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Los robots no solo son japoneses

Quito

Con los legos aprendió a  inventar. Más que un juego era un reto para la imaginación. También lo eran las  naves espaciales y  los robots que armaba en la  habitación de su casa, en la capital azuaya.

De ellos   se acuerda bien el joven cuencano  Eduardo Torres. “Con los legos hacía aviones, helicópteros , autos, tractores, robots, casas. A veces obtenía nuevos modelos de las películas que veía en la tele”.

Pero estos juguetes no fueron los únicos  responsables de que Torres se interesara  por la robótica. En el  colegio Técnico Salesiano de Cuenca recibió electricidad y mecánica.

A sus manos también llegaron   calculadoras programables que su padre, aficionado a las matemáticas, adquiría. Con ellas se involucró aún más con la electrónica, la programación y la informática.  

Su afición por este mundo de  los circuitos y la electrónica  lo obligó a dejar Cuenca para estudiar   ingeniería electrónica,  en la Politécnica del Ejército (Espe). 

Su decisión fue la más acertada. En 1994,    construyó su primer  robot móvil  como tesis de Ingeniería, en la  Espe. Mientras desarrollaba su investigación, uno de sus mayores referentes, en el área de la  robótica móvil, fue  Rod Brooks, quien introdujo una nueva arquitectura para  controlar a estas máquinas.

Brooks es director del  laboratorio de Inteligencia Artificial (IA) del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en  EE.UU.

Siempre quiso realizar investigaciones bajo su  dirección y eso lo llevó, en 1999, a aplicar como estudiante de posgrado al  MIT.

Torres envió  la aplicación y esperó. La buena noticia llegó unas semanas después. El joven   estaba en ese 10 por ciento  de  los estudiantes que son    admitidos en este centro de estudios.

El sueño de estudiar con Brooks se concretaba. Hoy este  estadounidense supervisa sus diseños, pues  el cuencano integra el grupo dedicado a diseñar robots humanoides en el MIT. Uno de ellos es  Coco,  un robot  con  forma de  gorila que no fue programado para ser tímido ni  uraño. Es, sobre todo,  un robot social, capaz de interactuar de una forma natural con las personas.

El “software”  que lo controla está basado en modelos computacionales de  inteligencia emocional. Además de extrovertido, Coco puede  caminar con sus cuatro extremidades. También diseñó el robot al que   llamó Obrero y que funciona con   sensores de tacto.

Obrero tiene también actuadores elásticos que permiten a los motores electrónicos que funcionan en  él, adquirir propiedades similares a las de los músculos de los  humanos. Su mano y brazo mecánico permiten al robot  manipular objetos sin dañarlos.

Otro de los preferidos de Torres es Cardea, un autómata que recorre corredores, encuentra y abre puertas... Sus ruedas paralelas le permiten realizar estas tareas.

A través del diseño de estos robots, los ingenieros, como él, buscan aprender cómo desarrollar máquinas más inteligentes.  Para diseñarlos, primero hace un boceto, pero también  recurre a  varios programas de diseño que son asistidos por computadora.

Su dominio de la electrónica y su interés por seguir aprendiendo son sus mejores  armas  para poder competir en el MIT, reconocido por la diversidad de su cuerpo estudiantil: el 40 por ciento de los alumnos de posgrado son extranjeros.

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